Pedrito y su madre eran muy pobres. Un día, su madre le dijo:
- Pedrito, tenemos que vender la vaca porque nos hace falta el dinero. Mañana acércate al pueblo a ver si alguien nos la puede comprar.
Al día siguiente, Pedrito se levantó muy temprano y se llevó la vaca. Ya en el pueblo, un comerciante le dijo:
- Si me vendes esa vaca, te doy estas habichuelas mágicas y con ellas podrás hacer todo lo que quieras.
Pedrito pensó que le vendrían muy bien para dejar de hacerse pis en la cama, un problema que le atormentaba desde hacía mucho tiempo y al que no le encontraba solución. Así que vendió la vaca al comerciante y volvió a casa tan contento.
Al ver que el niño había vendido la vaca por un puñado de habichuelas, su madre se llevó un disgusto tan grande que arrojó las habichuelas por la ventaja.
Pedrito, muy triste, pensó que había hecho algo malo.
Al día siguiente, vio que había una enorme planta en el lugar donde su madre había tirado las habichuelas.
Como era un niño muy curioso, trepó por la planta para ver lo que había en lo alto. Trepando y trepando, llegó a un país lleno de riquezas y de tesoros, que estaba custodiado por un ogro malvado.
En un descuido del ogro, Pedrito le cogió una gallina que ponía huevos de oro y un cofre lleno de monedas.
Pedrito entendió así que con esfuerzo, podía conseguir lo que se propusiera, y aquella noche no se hizo pis.
Gracias a la gallina y al cofre, Pedrito y su madre ya no eran tan pobres, y su madre estaba muy contenta por Pedrito no mojar más la cama.
Un día la planta se secó y Pedrito no pudo subir más; él pensó que volvería a mojar la cama, pero eso ya no ocurrió nunca más. Sus esfuerzos habían valido la pena.